Autor: Dionisio Ridruejo

A UN PINO

Pino esbelto y tranquilo,

soledad de la tarde,

tan concreto en la libre

desolación del aire,

tan alto cuando todo

se confunde y abate

y huye el sol a tu copa

tibio y agonizante.

Cómo me fortalece

la paz de tu combate,

ascensión sin fatiga,

raíz honda y constante.

Tu majestad envuelve

el cielo sin celaje

y en tu recio sosiego

la tierra se complace.

Mis ojos educados

en tu sediento mástil

ascienden y divisan

la soledad más ágil,

mientras sueña el silencio

sin astros y sin aves

como el solo decoro

de tu verde ramaje.

Pino esbelto y tranquilo,

tu soledad te guarde,

y consagre la mía

desunida y errante,

segada de su tierra,

extraña de su aire,

cuando aún es oro virgen

la cumbre de la tarde

y tú clamas e invocas

el tiempo de mi carne

y otro vuelo sin tiempo

que se sueña y se hace.