Autor: Nicolás de la Carrera del Castillo

EL CIPRÉS



Adarga sideral inofensiva

que prende a los luceros dormitando.

Nocturno fantasmón de un negro espíritu

que abandonó su cuerpo a los gusanos.

Índice de las manos vegetales

que nos muestra un camino ya olvidado.

Huso que hila los vientos más rebeldes

en la gigante rueca de los campos.

Escobillón de túneles nocturnos

que recoge el rocío congelado.

Antena de los muertos sumergidos

que toma tierra en todos los osarios.

Centinela que, rígido, vigila

eternamente firme el Camposanto.

Gótico caramelo de los aires.

Penitente andaluz encapuchado.

Pararrayos de tórtolas lejanas.

Penacho de un sepulcro aristocrático.

Eres, ciprés, mis pobres oraciones,

que al calor apretado de los pájaros

se arborizan ante la impotencia

de llegar por mis culpas a lo Alto.